Hemos llegado al final.
La relación entre Harry y Draco no es idílica. Las relaciones, normalmente, no lo son. Tal vez, Draco ha sido el más decepcionado, aunque no sé si esa sería la palabra correcta. Y, como bien reconoce en cierto momento, el día que encadenó a Harry a la pared de esa mazmorra, no imaginó que quien en realidad se estaba encadenando era él. Ama a Harry profundamente y, seguramente, ha sido el que más ha sufrido durante los años que han estado juntos.
Harry también ama a Draco. Pero, con los años, ha acabado haciéndolo con una especie de remordimiento, de culpa, porque sabe que le ha decepcionado muchas veces. Porque Harry, es Harry, y va un poco a la suya, anteponiendo en muchas ocasiones lo que él considera más importante a lo que es importante para Draco. Porque siempre hay magos malvados a los que perseguir y otros magos a los que salvar. No puede remediarlo, es superior a él, por más que intenta cumplir con las expectativas de Draco. Hasta que se pilla los dedos y ya no hay remedio...
Siempre me gustó la idea de cielo de la serie Supernatural. El cielo es diferente para cada uno y vive su eternidad en el lugar que le gusta, rodeado de las cosas que le gustan y haciendo lo que le gusta. Es un cielo muy terrenal, nada de arpas ni de ángeles. Solo hay que soltar a unos cuantos magos en él para hacerlo más interesante...
Este final es un poco más crudo entre Harry y Draco, en lo que se refiere a la manera que tiene cada uno de afrontar la situación, que el que escribí hace veinte años. Creo que es más real. Y, tal vez, porque la autora tiene veinte años más, y mucho más a cuestas también.
Un abrazo,
Livia
Veinte años de fanficion
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